Su encanto está en la simplicidad elevada. Cada uso revela nueva faceta.
En molletes, sobre frijoles y queso gratinado, refrescan.
En pambazos, empapados en guajillo pero con cebolla crujiente encima.
En baguettes con cochinita pibil, el ácido yucateco se duplica.
Explora sin miedo: en pastas con salsa verde y pollo, topping inesperado.
En arroz frito mexicano, salteadas al final.
La lista sigue, porque su versatilidad es infinita en la cocina latina.
Mantén el frasco lleno; será tu arma secreta.
Cada plato con cebollas encurtidas caseras se convierte en obra maestra mexicana, crujiente, ácida, irresistible.
¡Prepáralas ya y transforma tu mesa en una taquería eterna! (1426 palabras)