El millonario regresó a casa a medianoche y se quedó helado al ver a la señora de la limpieza dormida junto a sus gemelos.

El millonario cruzó el umbral a medianoche y se quedó paralizado al ver a la señora de la limpieza dormida junto a sus gemelos.

Llegó la medianoche cuando Ethan Whitmore abrió de golpe la pesada puerta de roble de su mansión. Sus pasos resonaron en el mármol mientras se aflojaba la corbata, aún cargando con el peso de interminables reuniones, negociaciones y la constante presión de ser un hombre admirado por todos, y secretamente envidiado.

Pero esa noche algo no andaba bien.
No era el silencio habitual. Unos leves sonidos —respiraciones regulares, un suave zumbido y el ritmo constante de dos pequeños latidos— lo atrajeron hacia la sala. Frunció el ceño. Los gemelos deberían estar durmiendo arriba, en su habitación, bajo la atenta mirada de la niñera nocturna.