Elija verduras coloridas, frutas con moderación y cereales integrales.
Incluya pescado azul (salmón, sardinas) y aceites ricos en omega-3, como el aceite de oliva virgen extra.
Evite las bebidas azucaradas y los productos ultraprocesados con alto contenido en grasas trans.
3. Actividad física diaria:
Una caminata enérgica de 30 minutos, cinco veces por semana, mejora la sensibilidad a la insulina y moviliza las reservas de grasa.
4. Alcohol bajo control.
Aunque no sea la causa, el etanol agrava la inflamación del hígado; mantenerlo al mínimo es esencial.
5. Equilibrar el estrés:
Las prácticas de relajación —respiración profunda, meditación o pasatiempos— reducen las hormonas que interfieren con el metabolismo del hígado.
La enfermedad del hígado graso no alcohólico puede parecer leve, pero conlleva consecuencias progresivas.
Afortunadamente, el hígado tiene una notable capacidad de regeneración: al adoptar una dieta equilibrada, realizar actividad física con regularidad y controlar el peso, se crean las condiciones para que el órgano se recupere.
De esta forma, se evita la progresión a etapas graves y se asegura una energía duradera para todo el cuerpo.