Una noche, Clara tuvo que salir de viaje de negocios. No había de qué preocuparse: había preparado la cena, comprobado que todo estuviera en orden y confiado a Adrien el cuidado de su madre. Pero al día siguiente, un imprevisto interrumpió su viaje y decidió regresar inesperadamente.
Lo que descubrió al abrir la puerta la dejó sin palabras. En el pasillo, su madre dormía en el suelo, envuelta en una fina manta. Sorprendida y confundida, Élodie intentó restarle importancia. Explicó en voz baja que Adrien le había dicho que la habitación de invitados ya no estaba disponible por "una razón técnica". Clara comprendió de inmediato que algo andaba mal, pero su madre le rogó que no dijera nada para evitar una discusión innecesaria.
Con el corazón apesadumbrado, Clara lo ayudó a regresar a su habitación antes de reunirse con Adrien, como si nada hubiera pasado. Él la recibió con una sonrisa serena, asegurándole que todo había salido a la perfección. Clara escuchó en silencio... mientras sentía que una nueva determinación crecía en su interior.
La verdad sale a la luz.

Esa noche, Clara colocó frente a Adrien una cajita con las fotos que había tomado discretamente de camino a casa. El rostro de su esposo cambió al instante. En lugar de mostrar preocupación o arrepentimiento, reaccionó con una frialdad que la dejó helada. Habló de cansancio, limitaciones, frustraciones… palabras que, a los oídos de Clara, sonaron como una condena incluso al afecto familiar .
Entonces pronunció las palabras que cambiaron el curso de su historia:
"Si la eliges a ella, no cuentes conmigo".