Mi marido me pidió un sexto hijo o amenazó con el divorcio. Después de mi lección, me pidió perdón de rodillas.

Cuando mi esposo me dio un ultimátum aterrador, no esperaba que me defendiera a mí misma ni a nuestros hijos.

La lección que le di le demostró lo irrazonable que estaba siendo cuando ya teníamos tanto que agradecer. ¡Su ultimátum terminó con él rogándome clemencia! Nunca pensé que estaría en esta situación, pero aquí estoy, en una encrucijada. Me vi obligada a tomar medidas drásticas cuando mi esposo me arrinconó con una sola exigencia. Pero esa exigencia fue suficiente para que actuara. Mi esposo, Danny, siempre ha sido un padre dedicado y un empresario exitoso. Ha mantenido bien a nuestra familia y pasa mucho tiempo en la oficina.

Esto me ha dado la libertad de ser ama de casa y criar a las cinco hermosas hijas que ya compartimos.

Pero últimamente, sus sueños de tener un hijo "para continuar con el apellido" se han convertido en exigencias. ¡Y esas exigencias se han transformado en amenazas! "Lisa, NECESITAMOS tener un sexto hijo", dijo una noche después de cenar. Su tono era serio, casi frío. "Danny, ya tenemos CINCO hijas. ¿Quieres que siga teniendo bebés hasta que tengamos un hijo?", respondí, sintiendo que la tensión aumentaba. "¿Pero no son los hijos una bendición para ti? ¿De verdad es tan difícil?".

Sus palabras me dolieron. Habíamos tenido esta discusión muchas veces antes, pero esta vez se sintió diferente. Se sintió como un ultimátum. Seguimos dando vueltas en círculo sin que ninguno de los dos estuviera dispuesto a ceder en sus decisiones. Nuestra discusión escaló hasta el punto en que insinuó que podría considerar divorciarse de mí si me negaba a tener un hijo para él. "¿Estás diciendo que me dejarías si no te doy un hijo?", pregunté con la voz temblorosa. "No dije ESO", murmuró, apartando la mirada.

Pero la insinuación era clara. Estaba dispuesto a considerar el divorcio si no cumplía con sus deseos. Ese fue el final de nuestra discusión, pues cada uno tomaba su camino, preparándose para dormir. Esa noche, me quedé despierta, pensando en nuestra conversación.

¿Cómo podía ser tan desdeñoso con la vida que habíamos construido juntos? Nuestras hijas son maravillosas, cada una única y llena de vida. No podía imaginar nuestra familia de otra manera.

Necesitaba hacerle entender lo que me pedía, lo que nos pedía.